Sobre Saberes Ancestrales

No hay nada nuevo bajo el sol

‘Nada hay nuevo bajo el sol’, dice el antiguo adagio, y pensamos que es una verdad muy cierta. Las mismas prácticas y costumbres aparecen en distintas culturas, pero con distintos nombres y con ciertas diferencias en la forma. Sin embargo, en el fondo, en todos lados somos el mismo hombre, con los mismos deseos, necesidades y ambiciones; con una misma vida, con una misma forma de nacer, crecer, envejecer y morir.

Compartimos las mismas incógnitas y vamos tras las mismas respuestas. Cuando buscamos nuestro origen, encontramos que la cultura y la sabiduría se pierden en los laberintos del pasado y nunca podemos aseverar que «en este momento el hombre comenzó a saber, en este momento dejó de ser mico y comenzó a razonar».

No encontramos ese momento en la historia porque de hecho no existe. El hombre siempre fue hombre y siempre hubo cultura y sabios. La ciencia actual vive de suposiciones a las que se refiere con el atractivo nombre de teorías, abriendo así las puertas a un mundo de elucubraciones donde no existen respuestas claras ni valores absolutos.

Así como dos más dos siempre fue cuatro, de la misma manera, verdades más elevadas, sutiles y sofisticadas, siempre existieron y fueron percibidas y apreciadas por personalidades de un carácter más puro y elevado. Nos encontramos en una época en la cual espíritus, más aventurados e inquietos, aprecian los valores de las antiguas culturas y admiten el fracaso de la presente.

El orgullo del siglo XX nos dejó separado de nuestros antepasados y en realidad lo habíamos estado haciendo ya de mucho tiempo antes. En el afán de volvernos positivistas y pragmáticos limitamos nuestro campo de entendimiento y percepción al que sólo pueden darnos la razón y los sentidos, el resultado de esto ha sido un hombre superficial, sin metas superiores, alienado, confundido y deprimido. El siglo pasado nos cerró las puertas a la fe, insultó a las viejas tradiciones, así hemos seguido adelante y hemos entrado a este nuevo milenio sin saber ni a quién seguimos.

Las antiguas culturas estuvieron empapadas de un misticismo especial, de un respeto a la naturaleza y a todo lo creado. De un respeto al padre y a la madre, al sacerdote y a los ancianos. Su diario vivir estaba relacionado con una visión cosmológica donde todo estaba insertado en un mundo natural, como en un organismo perfecto. Organismo que el hombre de hoy se ha encargado de viviseccionar, incapaz de encontrar el motor de vida que lo mantiene latente. Ni siquiera la medicina moderna es capaz de ver el cuerpo humano como un solo órgano y de tratarlo como tal. Todo ese misticismo original creemos que ha desaparecido y sólo queremos dar espacio a lo nuevo. ¿Pero, qué es lo nuevo? Lo nuevo no es más que el intento fallido de unos mal y pobremente llamados científicos, personeros que rechazan realidades superiores, las que con certeza y claridad son entendidas y percibidas por otras miles de silenciosas personas.

Bhaktivedanta Atulananda Acharya Maharaj – Escrito Indoamérica

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